Nacido, crecido y educado en el corazón de La Mancha, no hay antecedentes próximos de notarios en mi familia. Sí los hay remotos, y casi anecdóticos, un notario eclesiástico, en el siglo XIX, obviamente no en línea recta. Y no habiendo antecedentes, la idea de ser notario se la debo, principalmente, a una extraordinaria persona y jurista, notario y registrador, don Antonio Oliva Rodríguez. Él bien pudiera ser considerado mi mentor y, a golpe de calidad humana y profesional, un referente.

La oposición, que no se entiende sin el esfuerzo personal propio, lucha permanente y desagradecida hasta el final, tampoco se entiende sin el esfuerzo de aquellos que nos han ayudado a prepararla. Buen momento, esta semblanza, para recordar a mis preparadores de los ejercicios orales Manuel Mariño Vila, Pablo Bermúdez Nadales y Gemma López-Brea Espiau, y a mis preparadores de dictámenes, especialmente a Carlos Pérez Ramos y a Jorge Sáez-Santurtún Prieto. Son apoyo personal y, con frecuencia, fuente inagotable de buen conocimiento y mejores consejos.

Y tras un largo y tortuoso camino, aprobado mediante, caí en un pueblecillo de Lleida, comarca de la Noguera, distrito notarial de Balaguer, llamado Ponts. De gente amable, dispuesta, agradecida y acogedora, en este pueblo ejerzo mi ministerio, sin ser catalán ni catalanoparlante. El respeto y la consideración mutua, a Dios gracias, está por encima de todo lo demás. Y que nunca deje de ser así.

Y si huelga recordar que la oposición es un medio necesario para ser notario, entiendo que ser notario no es más que un medio para ayudar a la sociedad. Ayuda que, como sabemos, tiene unas maneras muy tradicionales, maneras que se han mostrado muy eficaces durante muchos siglos, pero que han ido adaptándose día a día para ser más útiles. El Notariado, hoy en día, está muy tecnificado, y más que debe estarlo. Creo firmemente que debe impulsar y acompañar el desarrollo tecnológico en beneficio de la sociedad a la que sirve y, cómo no, de su propia función.

Igualmente, el Notariado debe salir del despacho y encontrarse con la sociedad. El oficio de notario tiene un apego absoluto a la persona, al ciudadano, y así tiene que seguir siéndolo. Y ese apego, esa empatía, es tanto o más necesario en el cara a cara, ya sea en la intimidad de una disposición testamentaria, como en las redes sociales y demás medios sociales de expresión individual y colectiva.

Por todo esto, por la idea de acercarse al día a día de los ciudadanos, por la idea de ser un funcionario público transparente en sus funciones y en sus medios de actuación, por la idea de que la sociedad merece recibir más que dar, decidí unirme, junto con algunos compañeros, en esta ilusionante aventura de crear notaríAbierta.

Blog que debe ser un espacio de participación y colaboración, no sólo de notarios, sino también abierto a aquél que quiera aportar. Un espacio distinto, que salga del puro y aburrido rigor científico y busque también la simpatía, la anécdota y la vivencia personal. Que demuestre que los notarios tenemos muchísimo que aportar en lo jurídico, pero también en lo humano, en lo social y en lo personal.