Casi todo el mundo me conoce por Pedro, aunque por escrito uso mis dos nombres.

Nací en Salamanca, una de las ciudades más bellas del Mundo, en 1962. Allí crecí y estudié. Y conocí a mi mujer. También pasé allí la oposición, salvo los cuatro últimos meses que estuve en Madrid.

Me considero una persona con suerte: por haber recibido una buena educación de mis padres; por tener no muchos pero muy buenos amigos; por los preparadores que tuve, sobre todo Luis R. y Luis M., que creyeron en mí; por haber aprobado la oposición; por los destinos que he tenido y los compañeros que conocí en ellos, de quienes aprendí profesión y maneras; por los empleados habidos, y la buena gente que he conocido y tratado. Y, sobre todo, por tener la familia que tengo.

No he sido muy inquieto en mis destinos. Salas (Asturias) fue el primero, donde nació mi hija. Santa Cruz de La Palma (Islas Canarias), el segundo, donde nació mi hijo, y aprendí, además de mucha más profesión, la convivencia en el convenio. Ese matrimonio, muchas veces impremeditado, que contraemos los notarios a veces. Hoy ejerzo en Las Palmas de Gran Canaria.

Cambié los mares de cereal y los islotes de encina, por espuma y salitre, unas gafas y un tubo.

Mi vocación por el Derecho y por el Notariado ha sido un “amor a primera norma”. Bachiller de ciencias puras, decidí en el último momento hacer Derecho para ser el segundo notario de la familia. El primero es hoy uno de mis cuñados, que ese verano de 1980 acababa de aprobar la oposición y me convenció de que lo mío era el Notariado.

No me arrepiento en absoluto de la decisión que tomé. Desde el primer momento le encontré gustillo a esto de las Leyes. Aunque confieso que en estos últimos tiempos de convulsas y atropelladas publicaciones legislativas, a veces echo de menos esos principios matemáticos inmutables a lo largo de los siglos.

En el Grupo de Jurisprudencia acabé como el gato del refrán:por mi curiosidad. Y reclutado por Miguel. De momento sigo vivo. Creo.

La vida es cambio. Y en ese cambio estamos continuamente inmersos. Sólo depende de nosotros que nos afecte de modo positivo o no. Si nos resistimos y no nos adaptamos, sucumbiremos. Si somos flexibles y sabemos encontrar nuestro lugar, sobreviviremos preservando nuestra esencia.

El Notariado tiene por delante un reto para reivindicarse y afianzarse dentro de esta sociedad de la tecnología en continua evolución y a cuyo servicio debemos estar.

Me gusta mi profesión. Y por eso quiero participar en un proyecto que me parece ilusionante.

Un abrazo.