noche triste llagaria
Autor: Firma invitada
enero 16, 2018

Siempre he llamado noche triste, no a aquélla que tuvo Cortés en México y que precedió a la Batalla victoriosa de Otumba sino a la noche que salen las notas del tercer ejercicio de las oposiciones a Notarías: es la que determina quienes van a ser finalmente notarios, y quienes, habiendo tenido la oportunidad tanto tiempo soñada al alcance de la mano, por esta vez no ha podido ser y habrá que esperar a otra mejor ocasión, si es que se vuelve a presentar…

No hay peor período en la vida de un opositor a notarías que el tiempo que va desde que se realiza este tercer ejercicio a la salida de notas.

Todos merecen aprobar; todos han trabajado con ahínco superior al normal durante los largos años de la oposición; y todos se han defendido en el ejercicio, como mejor han podido, haciendo uso de sus conocimientos legales, de su agudeza jurídica, o de su brillante escritura.

Pero el tener el triunfo tan al alcance de la mano; el estar a punto de tocar el Santo, y mantener la incertidumbre durante más de un mes de si vas a aprobar o suspender, es algo que puede con las personas más recias.

Durante esos días recorren de arriba abajo el ejercicio; tratan de recordar qué han puesto, qué han omitido, qué cosas olvidaron incluir, cuáles de las introducidas son correctas, cuáles incorrectas, cuántas solamente se pueden defender.

Y ese miedo, esa incertidumbre se transmite a toda la familia: los padres, los hermanos, los novios y novias, los amigos, los vecinos… Todos están ansiosos de saber que al final, esa persona que durante tantos años ha estado encerrado en su habitación, saliendo lo indispensable, y concentrado en sus estudios, ha superado o no la última prueba.

Pero siempre hemos dicho que para cada opositor, padre o madre, novio o hermano, la situación se puede resolver en sentido favorable o desfavorable: si se aprueba la felicidad es total. Si se suspende, la desazón es absoluta.

No obstante, repartidos por toda España, hay siempre un cierto número de personas, para quienes tal noche es siempre una noche triste, quienes la temen sistemáticamente, porque saben que nunca pueden salir triunfantes. Estas personas son los preparadores de los opositores.

Durante muchos años, has luchado con ellos; les has ayudado en su esfuerzo; has sido fuerte, cuando lo has considerado necesario; les has tendido una mano cuando la necesitaban; has escuchado sus lamentos y enjugado sus lágrimas.

Y primero has visto como empezaban a saberse los temas; luego como iban dominando el programa; más tarde física o espiritualmente has contemplado como superan los primeros ejercicios; has hecho todo lo humanamente posible para prepararles el último ejercicio, o buscar para ello la persona que tú crees más adecuada… Ya sólo falta esperar las notas…

Y sabes que no todos pueden aprobar; que de los cinco o seis de los veinte o treinta con que empezaron; o de los quince o veinte que has tenido últimamente, unos van a aprobar y otros van a suspender.

Y sí, recuerdas uno a uno a los aprobados, cuando los conociste; los apuros que han tenido que ir pasando; los esfuerzos que han hecho; lo merecido que tienen el aprobar…

Pero, la verdad es que esos no cuentan; serán unos días de regocijo; pasará el tiempo; los verás más o menos veces a lo largo de la vida, seréis más o menos amigos, y aquí termina todo.

Quienes más te vienen a la mente en esos momentos son los suspendidos, no sólo de éste, sino de los demás ejercicios. Eres consciente de que estaban para aprobar; de que tenían tantos merecimientos o más que los que han superado las pruebas; pero por una razón u otra no lo han conseguido; y sabes que ahora están destrozados: que ven el futuro negro.

Y tú estás triste; sufres por ellos; por su situación; y sufres por ti; tienes ganas de echarlo todo a rodar; de limitarte a tu profesión y no meterte en camisa de once varas. Pero te acuerdas de que antes otros hicieron lo mismo por ti; de que los suspendidos te necesitan más que nunca; y has de ponerles buena cara, has de animarles cuando vengan destrozados para hablar de su presente y de su futuro….

Y su futuro está negro. Han pasado ya, en estos casos, cinco o siete años desde que empezaron a preparar; muchos han pasado de los treinta; dominan el programa pero eso no es suficiente para aprobar ¿Qué hacer con ellos? ¿Dejarles seguir estudiando hasta mejor ocasión? ¿Volverá a presentarse esta? ¿No será una pérdida de tiempo?

Si no continúan la oposición ¿qué van a hacer? ¿Dónde van a encontrar trabajo? Es cierto que tienen unos conocimientos muy extensos de derecho privado, pero las faltan otros requisitos igualmente necesarios para ejercer como Abogados. Además, el ejercicio de la profesión de Abogado es ahora tan difícil como cualquier otra… Hay más Abogados Colegiados en Valencia, que en París…, y como en todas las profesiones sólo los mejores consiguen abrirse camino.

Te acuerdas uno a uno de todos los suspendidos. De sus caras; de cuando los conociste; de los momentos buenos que  has tenido con ellos; de los momentos malos. Te preguntas en qué han podido fallar ellos; te aterra pensar que has sido tú el que les has podido fallar, el que puedes haberles guiado por una senda equivocada… Te abruma la responsabilidad… Es una noche triste, muy triste…

Por supuesto, la situación es la misma para cualquier otra oposición, tanto jurídica como de cualquier otro cuerpo. Pero cada uno conoce y puede hablar de lo suyo.

Quisiera simplemente que meditáramos un poco en esos jóvenes, varones y mujeres que han dedicado muchos años de su vida a la preparación de unas oposiciones; que han conseguido dominar el temario; que han hecho méritos más que suficientes para superarlas; pero que por esos imponderables de la vida, no han conseguido su objetivo.

Tras cada notario aprobado, hay por lo menos cinco o seis que lo merecen tanto como él; que tienen sus mismos conocimientos y similar capacidad; pero que por una u otra causa, han tenido que ser relegados en uno u otro ejercicio.

Ya sé que es ley de vida. Donde unos triunfan otros fracasan. Darwin afirmaba que la naturaleza selecciona a los mejores;  puede que sea cierto; pero yo no lo creo. Hay algo, no se qué, y no quiero llamarlo suerte o azar, que designa en cada caso al elegido y al preterido.

Y mi mente, mi corazón, está en estos casos con los que no han conseguido el título de notario; en los que han de probar fortuna otra vez, volviendo a sus estudios; o dejando definitivamente aquello por lo que tanto han trabajado.

Mi admiración hacia todos ellos: los que han sabido superar al difícil programa, tanto si han sido seleccionados por el Tribunal, como si no. Unos han triunfado: mi más cordial enhorabuena. Los otros, los que no han sido seleccionados, para mí también han triunfado: se han superado a sí mismos, han dejado lo mejor de estos años en la oposición, y sea cuál sea la decisión que tomen, se han de enfrentar a la parte menos agradable de la vida.

Hoy todos ellos están en mi mente. Hoy recuerdo a unos y a otros; hoy es una noche triste; hoy han salido las notas del tercer ejercicio.

 

Eduardo Llagaria Vidal

 

(Artículo publicado originariamente en el periódico Las Provincias de Valencia, que recuperamos a unos días de una nueva “Noche Triste” con el permiso de su autor)

 

Eduardo Llagaria se jubiló como Notario hace más bien poco tiempo y es maestro de una generación entera de Notarios a los que ha preparado el dictamen. Somos muchos los que le debemos mucho. Seguro que alguna generación más de Notarios sigue empleando sus publicaciones sobre dictamen en la preparación del exigente tercer ejercicio de las oposiciones al título de Notario. Gracias Eduardo. Tienes abierta nuestra notaría bloguera para lo que quieras.

Acerca del autor:

Firma invitada – ha escrito posts en NotaríAbierta.


 

 

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