Autor: Marta Patricia Pascua Ponce
febrero 14, 2017

Los que asistimos a las Jornadas Notartic el pasado mes de noviembre en Sevilla, tuvimos ocasión de escuchar las brillantes presentaciones que hicieron algunos compañeros como José Carmelo Llopis y Javier González Granado, los cuales nos deleitaron con sus vastos conocimientos sobre el bitcoin.

Confieso que poco sabía yo del bitcoin antes de ir a Notartic a pesar de que, al parecer, soy la segunda notaria de España que constituyó una sociedad con capital en bitcoins. Aquél día, mientras el abogado que me encargó la escritura me explicaba lo que era un bitcoin y una blockchain, yo le miraba ojiplática pensando si no se habría equivocado de planeta.

También en Notartic disfrutamos mucho escuchando a un brillante jurista y doctor en filosofía, Javier de la Cueva, que nos invitó a conectar la tecnología con la filosofía. En esas andaba yo, cuando vi en Twitter una publicación sobre el bitcoin y se me ocurrió plantear la pregunta del millón: Pero ¿se puede saber qué hay detrás del bitcoin? Detrás de una acción hay una empresa. Detrás de una divisa hay dinero.

Surgió entonces un mini debate que, para no parecer un troll, preferí aparcar para abordarlo mejor en este post, con el que me estreno en notaríAbierta.

Recibí respuestas muy acertadas de mis compañeros notarios, a los que percibí bastante notartic-zados o, más bien, narcotizados por la tecnología y las incontestables ventajas que, como medio de pago, atribuían al bitcoin. Pero como en Notartic se me destapó la vena filosófica, mi planteamiento dejó de versar sobre las bondades tecnológicas del bitcoin para centrarse en lo que el bitcoin esconde. Mi pregunta era: cuando compro acciones, compro una pequeña parte de una empresa; cuando compro divisas, compro dinero en mayor o menor grado. Cuando compro bitcoins ¿qué estoy realmente comprando?: ¿una fórmula matemática?. Sus ventajas, su aceptación creciente como medio de pago y la existencia de una comunidad de usuarios que confía en él, no son respuestas a esa pregunta.

En esencia, el bitcoin es un medio de pago aceptado como tal por muchos operadores, sobre todo en el comercio online. Sus facilidades como medio de pago, el anonimato actual, su carácter inmediato, la presunta simplificación de intermediarios, la presunta seguridad de las transacciones con bitcoins son incontestables, aunque en seguridad ya ha habido fallos importantes y eso de que no hay comisiones ni intermediarios tampoco es tan cierto al cien por cien.

Técnicamente, como medio de pago, parece impecable: tiene las características del dinero, pero se basa en propiedades matemáticas, no en propiedades físicas (como el oro y la plata) ni en la confianza en autoridades centralistas (como las monedas fiduciarias) y esto enlaza con la cuestión que quiero plantear.

En el bitcoin no hay nadie detrás de la comunidad de usuarios y dicen que eso es una ventaja.

¿Lo es realmente?

Detrás del dinero está el Estado o una autoridad soberana y, con ella, el imperio de la ley. Ya sé que, en última instancia, no todo el dinero de mi cartera tiene como respaldo algo que valga lo mismo que el valor facial de un billete, pero también sé y he podido comprobar que, ante situaciones de inestabilidad de un banco, el Estado ha salido al quite, aunque no siempre (Lehmann Brothers, Chipre).

Uno de mis compañeros comentaba que detrás del bitcoin subyacía la confianza ilimitada de la comunidad de usuarios, que esa confianza estaba descentralizada y en eso se basaba su fuerza.  La confianza como fundamento, pensé yo…¡ay, la confianza!…Si los negocios y transacciones pudieran basarse sólo en la confianza, no haríamos falta los notarios y bastaría el apretón de manos. También Maddoff se basó en la confianza de sus inversores para terminar estafándoles con el sistema más antiguo del mundo. Tan descentralizada estaba la confianza en él que engañó hasta al Banco Santander…¡tanto presumir de asesores para esto!

Otro comentario fue que “una persona o Estado no puede tumbar el bitcoin”. Eso me recordaba a mantras como: “Lehman Brothers es demasiado grande para caer” o “El Titanic no necesita tantos barcos salvavidas porque es insumergible”

En realidad, mi opinión es que el bitcoin funciona como una divisa, sin ser una divisa, es decir, el que compra bitcoins asume los mismos riesgos que el que compra una divisa y, sin embargo, el bitcoin no tiene el respaldo de una autoridad monetaria para ser defendida ante un terremoto financiero como, por ejemplo, el que se desató con los dos fuertes ataques especulativos contra la libra esterlina y la lira italiana que, en 1992 lanzó George Soros, dejándolas fuera del Sistema Monetario Europeo y, de paso, embolsándose él solito unos mil quinientos millones de dólares en menos de un mes. En ambos casos, los respectivos bancos centrales hicieron lo que pudieron para contener la sangría. La torpe respuesta de John Major costó a los contribuyentes ingleses alrededor de 3.300 millones de libras y Major perdió las elecciones. ¿Está preparado el bitcoin para soportar un ataque de estos? ¿cuál sería la respuesta en este caso? Ojo, hablo de un ataque financiero, especulativo, no tecnológico. Al tratarse de una moneda sin “responsable”, no existirá tras la inversión nadie que la respalde a nivel de regulación y eso creo que nunca puede ser una ventaja.

Cierto es que el bitcoin no puede ser manipulado o controlado por ningún gobierno ni institución financiera porque sólo está sujeto a la ley de la oferta y la demanda, es decir: cuando aumenta la demanda de bitcoin, el precio sube, y cuando cae la demanda, el precio baja, pero esto es sólo en teoría, porque, en la práctica de los mercados financieros, la oferta y la demanda son perfectamente manipulables y de hecho son manipuladas a diario. No todos somos iguales en el mercado y la realidad es que las gestoras de grandes fondos de inversión, la banca de inversión y los magnates con grandes fortunas, en definitiva, las llamadas “manos fuertes” llevan el mercado a donde quieren y,, teniendo en cuenta que el volumen de negocio del bitcoin es relativamente pequeño, los smart traders que mueven los precios lo tienen más que fácil.

Si detrás de la comunidad usuaria de bitcoin no hay nadie para amortiguar un golpe como el de Soros a la libra o la lira y si mañana un agitador profesional de los mercados crea la psicosis necesaria para lograr una bajada de precios, podría ocurrir que hoy compraras bitcoins para pagar mañana unos jeans estupendos en USA y al levantarte vieras que sólo puedes pagar unos calcetines.

Los bitcoins no caen del cielo, hay que comprarlos (o aceptarlos como pago) y pagar un precio (o servicio equivalente por ello); aunque te digan que no te cobran comisión, puede ocurrir que esté camuflada en el tipo de cambio, es decir, que el tipo de cambio no sea exactamente el que oficialmente está establecido por el mercado en ese momento, con lo cual, algo pagas, aunque poco y sin enterarte. Y tú, mientras, pregonando a los cuatro vientos que el bitcoin es una maravilla porque no hay intermediarios ni comisiones.

El día cuatro de enero de 2017, para comprar un bitcoin tenías que pagar 1.086 euros. Una semana después, el día 11 de enero ya sólo tenías que pagar 736 euros. Eso se llama volatilidad. Y eso significa que con tus bitcoins sólo puedes comprar cosas que valgan trescientos cincuenta euros menos que al principio de la semana. Probablemente ese bandazo en el precio lo ha provocado algún smart trader de los que sabe y puede manipularlo. No sé cuántas serían las comisiones de otro medio de pago… pero yo me pondría a hacer las cuentas, por si acaso.

Resumiendo, el bitcoin funciona como una divisa y, como tal, es extremadamente volátil. En el mercado de divisas es donde están los peores tiburones y donde más rápido puedes perder tu dinero.

Respecto al anonimato del bitcoin, es cierto…de momento. De ese mismo anonimato gozaba un buen puñado de listos que tenían cuentas numeradas en Suiza hasta que a un tal Hervé Falciani le dio por irse de la lengua. Y, a pesar de la amnistía fiscal que se les concedió, todavía está por ver si no terminarán algunos imputados por delito fiscal.

Hay quien se jacta de no tributar por las transacciones con bitcoins, sin embargo la obligación de tributar existe y, de hecho, aunque esté exento de IVA, Hacienda obliga a incluirlo en el Impuesto de Patrimonio, y, las eventuales ganancias que se obtengan con la transacción, tributan en IRPF. El fisco español está requiriendo la identificación de las operaciones a las empresas españolas que operan con bitcoins. El que se jacta de no tributar, a estos efectos, no es más listo que el que paga en dinero efectivo sin declarar. A día de hoy, para presumir de anonimato y ocultación al fisco…donde esté la tiza de la barra de los bares de Sevilla…que se quite el bitcoin.

Como ocurre en toda moneda, también sería bueno saber dónde depositas tus bitcoins, no sea que se volatilicen del todo y no los vuelvas a ver. Si el broker o agencia de cambio desaparece, lo más probable es que te quedes sin nada.  No creas que eso no te puede pasar a tí. Le ha pasado a alguno y algo parecido le ha pasado a Borrell… cuidado con él.

A pesar de todo, el bitcoin tiene indudables ventajas y hay ocasiones en que es la opción más viable por no decir la única. De hecho, considero muy útil comprar bitcoins, no para pagar un bolso Birkin de Hermés, ya que, con la lista de espera que tiene, puede que cuando llegue no alcancen los bitcoins ni para comprar uno de Zara, sino para el pagar un buen alijo que llegue de Colombia o para cobrar la comisión de una operación de venta de armas al Daesh. Para eso, al bitcoin no hay quien le gane.

Acerca del autor:

Notario de Marbella.

Marta Patricia Pascua Ponce – ha escrito posts en NotaríAbierta.


 

 

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