Llegados que fueron Don Quijote y Sancho a los Llanos de Albacete, el caballero andante se fijó en las decenas de aerogeneradores o molinetes que salpicaban los cerros próximos. Y conforme se adentraban entre las lomas le aguijoneaba más la curiosidad y el afán de aventuras, hasta que dijo:
– ¿Qué te parece, amigo Sancho? ¿No crees que todos estos gigantes que se nos muestran son los cancerberos y guardianes de una próspera ínsula como la que tiempo ha te prometí? Si los derrotase a ellos y a su amo, bien podrías coronarte de tanta gloria y riquezas como jamás hayas deseado.
– Mala burra hemos comprado, y vuelta la borrica al trigo –respondió Sancho-. ¿Es que ya no tuvo bastante vuestra merced con los molinos del Campo de Montiel, que ahora y de nuevas quiere buscarse más follones con estos espantapájaros? Mire y apartémonos de esta senda, que si yo quisiera comprar una ínsula ya echaría a la bonoloto.
– Mucho sería que no tuvieras miedo –reprochó Don Quijote-. Quítate allá y no seas timorato, pues vive Dios que esta ínsula nos está aguardando, y estos gigantes han de probar la fuerza de mi brazo. Si algo me sucediese, quedas encargado de mandarle a Dulcinea un whatsapp comunicándole la suerte de su enamorado caballero.
Y diciendo esto arremetió al galope de Rocinante y tomó el camino más corto hacia el primero de los molinos, que batía sus aspas al viento con insultante rapidez y precisión.
Alcanzada la base de la torre, Don Quijote gritó con todas sus fuerzas:
¡Responde, criatura descomunal y desaforada! ¿Cuál es tu nombre y a quién sirves?
Y con el ulular del viento bramó el molino, lentamente:
Mi nombre es B-13, Briareo 13, famoso gigante de la mitología y guardián de este parque eólico. Cada giro de mis brazos ilumina a muchos y enriquece a unos pocos.
Don Quijote lanzó al esbelto molino una mirada desafiante y despreciativa, picó a Rocinante y se dirigió al siguiente aerogenerador, que estaba detenido por mantenimiento.
– Y tú, alma cautiva, ¿qué misión tienes?
– Yo soy Briareo 12 y me dedico a la vida contemplativa, pues también los gigantes nos merecemos holganza y regocijo –respondió el molino con un susurro.
– A fe mía que en la vida había escuchado respuestas tan idiotas –dijo Don Quijote, encendido en cólera-. No parece esto sino la rueda de prensa de un mal entrenador de fútbol.
Y desandando el camino, volvió a acercarse a B-13, que lo esperaba moviendo las palas a todo gas y diciéndole con guasa:
– No deberías estar aquí, noble caballero, pues nada vas a conseguir salvo lastimarte. Busca pues otras aventuras, que Dulcinea sabrá disculparte este fracaso.
– ¡Eso ha de verse, malditos malandrines! …gritó Don Quijote, empuñando su lanza.
En esto arreció el viento con fuerza, y tanto quiso el caballero alzar la vista para encararse con el rotor del molino, que lo deslumbró el sol, perdió la orientación y el equilibrio y acabó dando con sus huesos en el suelo. Sancho, que seguía a prudente distancia las peripecias de su amo, acudió presto a socorrerlo, lo ayudó a montar a Rocinante y abandonaron el parque eólico como alma que lleva el diablo.
Mucho rato pasó después Don Quijote callado y meditabundo, que ni siquiera Sancho se había atrevido a romper el silencio, pero al cabo decidió sincerarse con su escudero y habló lo que sigue:
– Dígote, hermano Sancho, que el mundo de los encantamientos no terminará de sorprenderme, pues jamás se conocen sus artes y designios… Estos mismos gigantes, antes usaban nombres espantables, como Caraculiambro, Pandafilando, Alifanfarón… Y ahora se los rebuscan en la mitología y les ponen unos apellidos que parecen venidos de los manga japoneses.
– ¿Y qué digamos de su aspecto? Siempre resultaron zafios, malcarados y rechonchos, pero ahí los tienes: hechos unos figurines, que todos son musculados y metrosexuales, y tan buenos mozos, que hasta podrían jugar en el baloncesto americano…
-Por no hablar de su lenguaje fino y depurado. ¿Acaso habrán ido a la universidad y serán asiduos de los documentales de la 2?… Este sabio Frestón que tan mal me quiere y tanta ojeriza me tiene ya no sabe qué inteletar para vencerme con el desconcierto.
– No se devane los sesos vuestra merced –respondió Sancho-, que la cabra tira al monte, y en tocando a los gigantes, tanto da que se llamen Harrison Ford, disputen la Champions League, sean modelos de Armani o dominen las nuevas tecnologías, que aunque la mona se vista de seda, mona se queda.
– Así es la verdad Sancho, que has hablado y apuntado muy bien. Vayámonos pues, que no me vendría mal un buen lecho donde descansar y repasar lo que traen hoy las redes sociales. Ando rumiando un post muy dark para mi blog, que ni el mismo Amadís de Gaula será capaz de superar.
– Dios los cría y ellos se juntan –concluyó Sancho, aburrido-. Ahora se pondrá a tuitear y chatear con el grupo ese de la caballería andante, o como se diga, que para mí no hay más chatos que los de vino.
Y de este modo, caballero y escudero continuaron cabalgando por los caminos y los campos de la Mancha.
Nuestro compañero Antonio Cortés García ha querido compartir a través de notariAbierta, en un día tan especial como el de hoy, este relato que ha presentado en el concurso ¿Qué haría hoy Don Quijote con los molinos?
Sirva de homenaje a Don Miguel de Cervantes.
Derecho y literatura están más unidos de lo que parece.
Gracias, enhorabuena y suerte Antonio.