En el Mundial de fútbol se ha desempatado por penaltis 22 veces, dos de ellas en la final (Brasil-Italia, año 1994, Italia-Francia, año 2006). En la Eurocopa 15 veces, una de ellas en la final (Checoslovaquia-Alemania, año 1976, que terminó con el legendario penalti de Panenka). En la Copa de Europa, hoy Champions League, se ha decidido el vencedor nada menos que en ¡10 finales!
¿Es justo que el vencedor de un largo campeonato se decida en una tanda de penaltis? No hay duda de que, aunque suponga emoción y aumento de cuota de pantalla para las televisiones, la justicia de este procedimiento de desempate y proclamación de campeón deja mucho que desear.
El desempate por penaltis tiene su origen en el gaditano Torneo Ramón de Carranza, donde Rafael Ballester lo propuso en 1958, produciéndose el primer desempate en el torneo de 1962 entre el FC Barcelona y el Real Zaragoza. La UEFA lo estableció en 1971 y la FIFA en 1982.
Anteriormente, se recurría a un procedimiento aún más injusto: el sorteo. La selección española no se clasificó para el Mundial de Suiza 1954 porque no salió su papeleta en un sorteo en que los nombres de Turquía y España se introdujeron en una copa y se produjo “la eliminación del bambino”, pues fue un niño italiano quien extrajo la papeleta de Turquía. También la URSS fue eliminada en semifinales por Italia en la Eurocopa de 1968 por un desempate a “cara o cruz” de la moneda lanzada por el árbitro del encuentro.
La competición debe ganarla el equipo con mejor trayectoria en el Campeonato y no el que más suerte tenga en los penaltis.
Como jurista, me planteo la justicia o injusticia de que, en caso de empate en una eliminatoria, esta se resuelva por “la lotería de los penaltis”. Creo que hay un procedimiento más justo para resolver el empate que esa lotería. Propongo otro sistema, partiendo de este ejemplo: un equipo puede superar la liguilla previa con un partido ganado, otro empatado y otro perdido. Con el sistema actual podría continuar superando eliminatorias, incluso llegar a la final y ganarla, a base de empates (por superar la lotería de los penaltis), frente a equipos que quizá cuenten sus partidos por victorias, y que han hecho más méritos para erigirse en vencedores de un Campeonato que el del ejemplo, que solo ha ganado un partido, y, además, en la fase previa. Así, la selección española, sin haber perdido un solo partido, fue eliminada por la de Corea en el Mundial de Corea-Japón 2002, y, anteriormente, también fue eliminada en la tanda de penaltis por la de Bélgica (Mundial Méjico-86) y la de Inglaterra (Eurocopa Inglaterra-96). Aunque, por otra parte, ha superado cinco tandas entre Mundial, Eurocopa y Confederaciones.
Me parece más justo –hablo de justicia, no de emoción– el sistema que propongo a continuación.
En caso de empate en la eliminatoria, – y si esta, como en el caso de la Champions, no se puede resolver por el valor doble de los goles en campo contrario -, se acudiría a la mejor trayectoria en la competición. Es decir, si la eliminatoria fuera de octavos, se clasificaría el equipo que mejor fase previa hubiera realizado. Si es de cuartos, el equipo que mejor trayectoria tuviera hasta esa eliminatoria. De esta manera, si un equipo se hubiera clasificado por ganar todos sus partidos hasta llegar a la eliminatoria que ha empatado, se clasificaría para la siguiente ronda, en lugar de su rival que se clasificó empatando. Y así sucesivamente. Sería una combinación de los sistemas de Liga y Copa, en la que incluso podría llegar a tener importancia la diferencia de goles marcados, lo que redundaría en beneficio del espectáculo.
Habría que evitar las perversiones que actualmente se producen en las fases previas en perjuicio del espectáculo y de terceros equipos.
La solución propuesta evita la dejadez y perversión que a veces se produce en la fase previa, pues equipos que se hubieran clasificado antes del último partido de la liguilla no estarían tentados de “tirar” este último partido jugando con los reservas o sin la debida intensidad, pues “no se juegan nada”, lo que perjudica claramente el espectáculo y a terceros equipos que dependen de ese resultado para su clasificación. Y se evitaría que, si el último partido de la liguilla lo juegan dos equipos a los que les basta el empate, jueguen a empatar, perjudicando, no ya el espectáculo, sino a terceros que dependen de ese último resultado. Recordemos la eliminación de España en el Mundial de Francia-98, pues, pese a vencer 6-1 a Bulgaria, Nigeria, ya clasificada, perdió con Paraguay, resultado que clasificaba a ambos y mandaba a España a casa. O el partido Alemania-Austria del Mundial 82, con el público de Gijón cantando “que se besen, que se besen”, mientras contemplaban la inacción de ambos equipos y el sospechoso resultado 1-0 en el último partido de la liguilla, que convenía y clasificaba a ambos equipos, en perjuicio de Argelia, que quedó eliminada.
Este sistema evita que un equipo pueda ir pasando eliminatorias sucesivas a base de superar las tandas de penaltis (Paraguay llegó a la final de una Copa América empatando todas las eliminatorias), incluso ganar el campeonato por penaltis frente a otro equipo que puede haber solventado sus eliminatorias ganando todos los partidos. Creo que sería más justo que el vencedor fuese el equipo que mejor trayectoria hubiera observado, pues, al fin y al cabo, se trata de una Competición y no de un partido único.
Con ello también se evitaría el conformismo en la parte final de la prórroga, cuando ambos equipos juegan a no perder y confían su suerte a la tanda de penaltis. Para esta prórroga propongo que se permita un cuarto, incluso quinto cambio de jugador, a fin de darle más vivacidad al juego, sustituir a algún jugador lesionado en la parte final de los primeros noventa minutos y preservar a los jugadores de lesiones que les impidan jugar las siguientes eliminatorias.
Diego Mª Granados de Asensio.
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