“¿Qué soy y qué hago, como Notario?”, en ocasiones me pregunto por qué cuando uno hace bien su trabajo, resulta ser criticado por ello.
Supongo que es una pregunta que se hacen todos los profesionales y también, los notarios nos la hacemos, cuando tenemos que decir NO a una escritura.
Nuestra negativa, perjudica al ciudadano, que queriendo hacer algo, ve que no puede; esto es lo más doloroso.
Sin embargo, además, implica un trabajo no recompensado ni con dinero, ni con gratitud; y un riesgo de que el ciudadano descontento acuda a otro compañero que acepte firmar la operación, con la consiguiente pérdida de reputación.
Hay personas tanto conocidos o no conocidos de la notaría, que llegan con prisas. A veces sin prisas en el planteamiento de la cuestión, pero con tanta calma, que ni siquiera aportan la documentación ni aun cuando la solicitas de manera reiterada.
Es recurrente la situación en que te llegan unos clientes apremiando, sobre la necesidad de firmar con urgencia. Se suele argumentar, que por fin los clientes están de acuerdo, que hay próximo un viaje que retardaría demasiado la firma, que hay unas arras que vencen… y a veces, indagando y sólo indagando un poquito, descubres que toda la prisa viene porque hay una espada de Damocles que recae sobre toda la operación. Puede tratarse de un embargo que está pendiente de trabarse, un procedimiento de ejecución en marcha… y tantas cosas que quieren y pretenden evitar.
Normalmente este tipo de operaciones llegan a través de alguien que te pide un favor. O bien que te pone en un compromiso, aludiendo a meses de amistad, múltiples operaciones aportadas o simplemente porque dicen venir recomendados por alguien.
Siempre hay un por qué y siempre hay una excusa y sobretodo siempre suele haber una razón malévola por la que se reviste todo de prisas o bien de falta de documentación.
Típico es este supuesto, en que yo como notario, empiezo a pedir documentación. Pido escrituras, pido papeles, pido formalidades, empiezo a poner mis requisitos… y típicos en estos casos, suelen ser los correos reenviados como de soslayo en los que ves que hay un tercero que dice: “pues tu notario pone muchas trabas” o ” tu notario está dando problemas” o “este notario pone palos a las ruedas” o “el notario está dificultando la operación” o el típico: “pues mi notario esto lo firma sin problemas”…”pues deberíais haber ido al nuestro“… y tantas otras expresiones que ya te acostumbras a leer, sabedora de que en realidad, son falsas, de que no hay tantos notarios por ahí que vayan mirando para otro lado y que no hay tantos notarios que hagan las cosas con los ojos cerrados.
En realidad todo forma parte de la trama para enredarse.
Recuerdo un caso muy reciente, en que tratándose de una operación complicada y delicada de transmisión a un tercero, estaba pidiendo mis requisitos para firmar. Me llega el típico agente intermediario que abusando de tu confianza te dice: “esto por favor, haz todo lo que puedas para que se firme, porque es muy importante para mí y tengo mucho en juego”. Sin embargo, había que mirarlo con lupa y pedir muchas cosas para que el pobre tercero que accedía a esa propiedad tuviera garantías de comprar con conocimiento y sobretodo habiendo solucionado todos los problemas que le podían recaer si las cosas no se hacían con cautela.
En esto una semana antes, hago mi listado de todo lo que necesito para firmar, de todo lo que pido para garantizar al tercero.
Los intermediarios, amén de decirme que pedía demasiadas cosas y de reiterarme que ponía palos a las ruedas, me comunicaban que sí, que estaba todo al corriente, y que no me preocupara que me traerían la documentación pedida con una semana de antelación.
Dos días antes de la firma, me encuentro que no existe nada de lo que pido, que los autos judiciales que debían estar firmes, estaban pendientes de dicha firmeza, que no iban a venir apoderados a saldar las deudas del transmitente y que el comprador, adquiría todo con promesas de que no iba a pasar nada.
Sin embargo la función de un notario, no es prometer que no va a pasar nada.
Los notarios estamos para asegurar que no va a pasar nada, que el comprador va a comprar de una manera legal, y que no va a tener futuros problemas.
Para más inri, el comprador, ni siquiera conocía nuestro idioma a la perfección, siendo de nacionalidad no Europea y por tanto desconocía el sistema notarial continental.
Ni me negué, simplemente pedí tiempo, para que estuviera todo en regla, esperar a la firmeza de las resoluciones y esperar a encontrar apoderado facultado para saldar las deudas del vendedor.
Es entonces cuando me dicen que no se puede esperar, porque hay un procedimiento que en dos días acaba con un embargo sobre el dichoso piso por un millón de euros.
No veo inteligente empezar atrasando la entrega de documentos, pero lo que sí es absurdo es entrar en la notaría intentando engañar al mismo notario, por lo que me niego a firmar la operación.
Los gritos de los intermediarios, creo que aún los escuchan mis empleadas.
Me dijeron de todo menos bonita (que digo yo: ¿qué tiene que ver la belleza en estos temas?). Que si les había fallado, que si se habían informado de que eso se podía firmar, que cualquier notario lo haría, que yo no lo hacía porque no quería, y que no hacía honor a tantos meses de buena relación profesional. Finalmente un cúmulo de despropósitos como queja.
Las horas de asesoramiento gratuito, las resoluciones de problemas en múltiples ocasiones, el buen trato y servicio prestado, las atenciones fuera de horario. Todo olvidado de un plumazo.
Todo eso queda atrás, simplemente porque no has cedido, ya no eres un profesional y un amigo, sino un mero trámite burocrático, eso sí, el tercero al que yo veo como ciudadano, se le trata como cliente, y lo que importan son las comisiones.
Me quedo con mi honra y la de mi profesión, pues los clientes van y vienen, pero los ciudadanos se quedan, y no vale hacer todo para ganar dinero, ni el dinero es lo más importante.
Por supuesto adiós cliente, porque esos intermediarios si son clientes y no ciudadanos, sin embargo me duele mucho por los ciudadanos que son tratados como clientes por esas otras personas.
Prefiero quedarme con las horas de sueño ganadas y las preocupaciones futuras apartadas.
Tal y como dijo un gran compañero de plaza y magnífico notario: a veces actuar rectamente tiene sinsabores, pero la conciencia de hacer bien las cosas no tiene precio. Por todo ello somos notarios.
De hecho dudo mucho que un compañero firmara la operación tal y como me la plantearon.
No somos notarios para mirar hacia un lado, ni para hacer oídos sordos y la vista gorda, ni nos dejamos llevar por falsas amistades, promesas de que todo irá bien.
Soy notario porque miro de frente a este tipo de personas y digo no, que no voy a intervenir en sus actuaciones delictivas o fraudulentas; no voy a permitir que se perjudique los intereses de un ciudadano que está siendo la parte más débil en la contratación; no voy a permitir que se genere un problema a una persona que desconoce cuál puede ser la real consecuencia futura del acto que está llevando a cabo, en un momento de más o menos apuro o de una situación estrecha o delicada que a veces no podemos llegar a conocer.
Somos notarios para controlar la legalidad en las formas y en el fondo y si bien como en alguna ocasión ha comentado una amiga juez, no tenemos capacidad para ejecutar las leyes y hacerlas cumplir sí que tenemos capacidad para prevenir daños y problemas futuros tenemos capacidad para controlar de manera preventiva que pueda contra venirse una norma.
Tenemos capacidad para evitar una infracción y esa es nuestra labor la justicia preventiva la resolución de problemas antes de que estos acaezcan o el simple hecho de evitarlos y a veces el único arma de que disponemos frente a estas situaciones es el hecho de poder y saber decir: NO.
Susana Martínez Rodríguez. Notario de Barcelona.
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