NOTARTIC, SEVILLA, NOVIEMBRE … ¿NOTARIZANDO LA VIDA ?
Crónica de una “iletrada digital”
Hace unas semanas los entusiastas organizadores de NOTARTIC, Jornadas sobre Derecho digital, nos animaban a los notarios a acudir a Sevilla para compartirlas. ¿Y eso qué es, me digo yo, y qué hace allí alguien que no se acerca demasiado al mundo de internet más que como herramienta de trabajo, según creo?
Las respuestas que me dí fueron muy rápidas: no sé qué es, pero creo que no debo perder la ocasión de aprender e incluso aprehender los cambios que el mundo de internet nos trae y traerá, veré a compañeros a los que trato en un grupo de trabajo (por chat, o sea virtualmente, creo que se dice) que ha escalado posiciones hasta convertirse en un grupo de ayuda, ¡ah! y… Sevilla ¿necesita excusa alguna para ir allí?
No soy la mejor cronista jurídica de estas Jornadas, eso lo harán otros compañeros mucho mejor, pero sí quiero intentar, en palabra nueva aprendida allí, notarizar mis impresiones, Sevilla e internet mediante, en esos días.
1.Llegada a la estación de Santa Justa, en noche forzada por el reciente cambio horario; llueve inesperada y suavemente y desde el taxi, la mala viajera que soy recupera la molesta sensación de los viajes rápidos, despegada de casa con urgencia, pensando en que quizás esta “expedición” sea innecesaria y cansada y me arrepentiré; casi todas las ciudades cerca de trenes y aeropuertos parecen recibirme con un aire inhóspito y perturbador que agudiza inseguridades de solitaria. Rumiando pensamientos nocivos, mi mirada casi ausente se cruza con la vista del río Guadalquivir, y en algún punto aparece la Torre del Oro. Antes de parpadear dos veces, el horizonte me alumbra la Giralda.
Como muchas otras veces, mis miedos empiezan a perder la batalla cuando me acoge la cercanía de nuestra historia, las imágenes de los libros de arte del bachillerato, el sueño recurrente de pisar las tierras por las que un día también mis héroes pasaron.
Pienso si esa vida digital que me es tan desconocida, que me suscita tanto recelo tendrá algún punto de conexión con aquellos conocimientos que me han hecho ser y pensar como lo hago hoy. ¿Podré perder también los miedos?
2. Los participantes estamos invitados a una recepción en el Colegio Notarial al que me encamino como activa aprendiza digital por medio de Google maps, cuyas instrucciones mecánicas en una pequeña pantalla favorecen que dé un buen rodeo que solo termina cuando cambio la pantalla por una pregunta de viva voz al amable sevillano que casi me acompaña hasta la puerta. (¡bien, hay vida más allá de internet, me digo! ) Eso sí, rodeando, rodeando, calle Murillo, calle Velázquez… ¡calle Otumba! , toma cuerpo una pregunta interior: ¿hay placas tan artísticas y hermosas para los nombres de calles en alguna otra ciudad? ¡Son azulejos, algunos de ellos evidentemente muy antiguos con una letra esmerada puesta sin duda a mano hace más de 200 años! ( puestos a incordiar al “digital world” ¿alguno sabrá a qué fuente responde esa letra? Dudo que sea un modelo vectorial almacenado en archivo alguno, salvo el de la Historia y las manos de los artesanos que las fraguaron).
Dicen que cuando coincidimos físicamente los que nos tratamos por medios telemáticos, nos desvirtualizamos. A mí esto me da aún más miedo, tipo cita múltiple a ciegas, donde estoy segura de que todas las torpezas y simplezas que escribo sin pensar en correos, redes y chats, va a ser lo que vean mis colegas cuando me conozcan. Ellos son gentes benévolas y afables y no noto nada, así que otro miedo desintegrado.
3. Y el sábado comienza para dar paso a ponencias en un lugar, el Archivo de Protocolo, custodio de papel, sí papel, protocolo notarial encuadernado, antiguo, de firmas autógrafas, reconocidas por el notario que las presenció hace muchos, muchos años, en la calle Feria, y allí las palabras, los ordenadores y pantallas son acogidos por una bóveda en la que se apoyan pinturas de motivos religiosos. ¿Es chocante o no tanto si pensamos que la religión ocupó un día en vidas y haciendas tanto espacio como ahora lo hace internet
No me cuentan cosas informáticas que no están a mi alcance, no.
Un grupo de gentes preparadísimas, profesores, abogados, fiscales, notarios, se han sentado a compartir dudas sobre algo esencial: una sociedad distinta, en la 4ª revolución industrial, transformada de manera que nunca volverá a ser la misma, ¿dónde va?
Se preguntan por la esencia del hombre y apuntan respuestas esenciales:
“ Las tecnologías actuales no sólo tienen efectos profundos y radicales sobre la seguridad de las personas o sobre el ambiente, sino ante todo sobre la propia estructura de nuestras sociedades, sobre la cultura, los sistemas de valores, etc. … habrá que incluir un cambio en el propio esquema de valores con que ahora las afrontamos.
La ciencia avanzará hasta donde pueda: el derecho deberá luchar por que el hombre siga siendo el límite intocable, el hombre y el ciudadano, por que el ciudadano que ha conseguido ser el dueño de las Declaraciones de Derechos intangibles, sea también el titular inexpropiable de una Declaración de Derechos como ciudadano de un mundo digital, un mundo en el que su intimidad, su libertad, no sean renunciables, ni siquiera voluntariamente bajo la argucia del placer que la gratuidad de acceso a ese mundo digital le proporcionan … empresas privadas”.
Inesperadas y elevadísimas, pero accesibles disertaciones, dignas de quedar asentadas en la mente para ir formando propias convicciones y creencias mucho más fundadas, porque escuchar a estas personas también transforma y moviliza al conocimiento al que hasta ahora era renuente.
Antes de ello he podido pasear por las calles que llevan hasta el Archivo. Una mañana nublada en la que tantas calles acogen pequeñas ermitas con sus devotos y turistas, la imagen venerada de alguna Virgen, calles cercanas como la de las Siete revueltas, donde siete vueltas zigzagueantes y estrechas obligan a centrarse para acordarse que debo salir de allí, como tantas veces en que las pantallas me redireccionan de un sitio a otro, y este noviembre que me regala el inconfundible aroma de los jazmines, patrimonio privativo de Andalucía.
4. Blockchain y bitcoins, en una tarde para desmontar pretendidas propiedades taumatúrgicas de lo que solo parece ser una inmensa y valiosa herramienta, no la piedra filosofal con la que Tapscott promete que se acabará la fractura social que internet ha introducido y se redistribuirá la riqueza. Javier González Granado sabe mucho de ello, y sobre todo lo explica muy fácil ante la expectante mirada entre bastidores de dos pares de grandes ojos que un día entenderán mejor y con orgullo los aplausos que recibe. Además acuña para sí el apelativo que ya nos gustaría a los demás si supiéramos lo que él: deportado digital, categoría siguiente a nativo y migrante digital.
5. Cena de participantes en Baco, en la calle Cuna, donde junto a mosaicos y recuerdos de una Roma imperial que guarda la casa de la Condesa de Lebrija, algunos de los ayer desvirtualizados seguro que van migrando a amigos.
Aprovecho para pasear por lugares que suenan a coplas españolas: el barrio de Santa Cruz, la Plaza de Doña Elvira, azulejos y naranjos, fuentes y arriates, el Callejón del Agua … en ellos la noche se hace silencio roto sólo por el confortador sonido del agua en los jardines, mientras siguen esparciendo incansables su aroma los jazmines.
6.Domingo para hablar de lo nuestro, para reivindicar nuestras instituciones frente a construcciones anglosajonas. Nosotros tenemos depósitos, condiciones, aplazamientos y términos, documentados en contratos fehacientes, amparados por la responsabilidad del notario hace ya algunos siglos, no tenemos scrows ni Smart contracts. Seguro que somos capaces de adaptar o, más aún, crear nuevas instituciones demandadas por la sociedad si nos dejan sin enmarcarnos en rígidos parámetros registrables.
Darío Villanueva, Director de la RAE, califica de papanatismo la importación de términos ingleses cuando es fácil dar nombre en español a lo mismo… esto se parece algo.
Antes de ello he recorrido algo más de Sevilla,
El Hospital de la Caridad, donde un seductor Bradomín se transforma en otro hombre para ayudar a quienes nada tienen, ( y pienso en internet “gratis” permitiendo el acceso a fuentes de conocimiento a niños de lugares y casas que pueden empezar a soñar con saber, con crecer aunque nada tengan, quizás con salvar con sus logros mi vida de europea acomodada, y no puedo menos que alegrarme de su existencia).
La Plaza de toros de la Maestranza, donde puedo pisar la arena de un ruedo que representa un mundo que agoniza imparable ante el cambio social, pero donde aún hay hombres que salen allí con la convicción de que lo que hacen es grande y es arte; donde esos sueños pasan por arriesgar incluso la vida. Su sueño es tan humano como el de cualquier creador de un programa informático, una pintura o un libro y, agotado o no, hoy le dedico también mi mirada con respeto.
Los Reales Alcázares, donde un rey muy castellano y muy cristiano no tuvo inconveniente en acoger una estética mudéjar con el nombre de Dios en árabe en las paredes, con los símbolos de otra religión. Creencias con vocación de universalidad, hoy casi suplidas por la única universalidad real, internet.
Y …fin: He escuchado grandes ideas, he sido testigo de mejores sentimientos, he sentido ganas de trabajar en comunidad con nosotros mismos, notarios y con otros profesionales del Derecho. Los puentes de comunicación que algunos tendieron primero en la red los han asentado en persona y nos invitan a pasar por ellos sin miedo. Como “iletrada digital”, estos días empiezo a descargarme las “cartillas” de los primeros bits para aprender.
Por lo dicho, concentro todos mis recuerdos en una imagen: el puente de Triana, iluminado bajo la lluvia, y unos inmensos ojos de plata en el Guadalquivir, que llaman a volver….
P.D: A Miguel Prieto, siempre, y a Paco Rosales, que cree que todos podemos con este mundo raro de internet y nos tiende las manos para ayudarnos a pasar a él.