Algueña
Autor: Firma invitada
mayo 21, 2019
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Prólogo:

“Mis tres pueblos son Mondoñedo (que es ciudad), Es Mercadal y Pinoso (que es villa), pero también lo son Abadin, Lourenzá, Riotorto y A Pastoriza, Es Migjorn Gran y, por encima de todos ellos Algueña que es una población sumamente fiel “a su notaria” que no es otra que la de Pinoso, su pueblo matriz del que se segregó hace ya 86 años. Esta poco nutrida sección Nuestros Pueblos gana muchos enteros con este sentido homenaje a su pueblo con motivo del pregón de las VIII Jornadas Gastronómicas y Culturales (que se celebran en mayo o junio de cada año) que le dispensa uno de los hijos que más quiere a su pueblo: Antonio Manuel Beltrá Escolano, oficial de la notaria de Pinoso a mi cargo desde hace ya once años. Gracias Antonio en nombre de notaríAbierta y en el mío propio”.

Miguel Prieto Escudero, Notario de Pinoso (Alicante)

¡Buenas tardes a todos!

“Açi hem tens, sentadet al teu costat, angelical llauradora dels meus pensaments, tu no comprens que es el teu carinyo el que cura el meu mal, si hem negues Marieta el voler, hem penje hui d´un garrofer; senta-te al meu costat, vorás lo bonico que es l´amor, no encontrarás qui et vulga més, que este pobre llaurador”.

Hauria volgut cantar-vos la, però com fa molt bon dia la veritat, no m´agradaria estropejar-lo.

Imagino que muchos habréis reconocido esta letra que corresponde a la canción “Llauradora dels meus pensaments”, la cual siempre he oído cantar en mi casa.

Y aquí estoy, en este balcón, listo para invitaros a estas Jornadas Gastronómicas y Culturales que hoy y mañana podremos disfrutar en esta plaza, y que nos van a permitir, por un lado, mostrar lo más típico que tenemos, y por otro, difundirlo para que en el futuro también siga presente.

Una de las principales cosas que va a estar presente en estas Jornadas es la comida, nuestra rica y variada gastronomía. En unos casos se trata de mudos mensajeros que llevan Algueña hasta los últimos rincones del mundo. Estoy hablando de nuestros vinos y embutidos, que hacen las delicias de cualquier paladar que se precie. ¿A quién no le apetecería ahora un vaso de tinto doble pasta o de nuestro premiado Flor de Enya acompañados de unos trozos de longaniza, chorizo rojo o chorizo bien oreados? Seguro que nos alegrarían éste momento. O si lo preferís, un fresco chato de nuestro vino de lágrima o rosado con unos trocitos de blanc o botifarra de ceba, para terminar con un dulce chupito de Fondonet acompañado de unes peruses o de uns rollets d´anis, como prefiráis.

Tanto nuestros vinos como nuestros embutidos originaban en todas las casas del pueblo momentos muy importantes, pues suponían unión, esfuerzo, trabajo, diversión y reunión. Estoy hablando de la vendimia y de la matanza, pasos previos para la degustación de ambos. Estas actividades ya han dejado de realizarse en las casas, y de su producción hoy se encargan tanto nuestra Bodega Cooperativa como nuestras carnicerías.

La matanza no la he conocido, pero cierro los ojos, y me viene a la nariz aquel característico olor que impregnaba las calles de la Algueña de mi niñez en los meses de octubre y noviembre; el olor de la vendimia, a vino en fermentación tanto en la bodega de mi abuelo Escolano como en la de Tonico el d´Elia, que fueron de los últimos labradores que pasaron a engrosar la lista de socios de nuestra Bodega Cooperativa. También huelo aquel característico olor que desprendían las mechas de azufre, que una vez encendidas eran colocadas en el interior de los toneles con la finalidad de hinchar sus maderas. Recuerdo que los niños teníamos prohibido entrar en la bodega en aquellos momentos, por el peligro que ello conllevaba.

Tanto los vinos como los embutidos se pueden degustar fuera de Algueña, pues ambos se exportan. Ahí queda para el recuerdo la figura del ”corredor de vins”, que se encargaba de vender al mejor postor las cosechas del pueblo para después enviarlo a su destino vía puerto de Alicante, si había la suerte de que durante el trayecto no se mareara el vino convirtiéndose en vinagre.

algueña alicante

En otros casos, nuestra gastronomía se compone de platos típicos que sólo pueden probar y disfrutar quienes tengan la suerte de visitarnos. ¿Quién no se ha deleitado con una buena gachamiga (blanda o rulera) o un suculento plato de alls amb gira-boix? Por cierto, por si alguno no lo sabéis, os contaré que mi bisabuela decía que “si la Reina d´Espanya, sapiguera que és el gira-boix, a l´Alguenya s´en vendría a llepar el boix”. Y puede que fuera así.

Es obligatorio completar el repaso con un buen plato de gaspatxos amb conill, o de forment picat, o como no de migues¡calla tonto i no ho digues! como decían en mi casa, tan típicas en tiempo de vendimia para ser acompañadas de un buen racimo de uva blanca.

Otras posibles opciones que os ofrezco, tan sabrosas como las anteriores, podrían ser: una buena paella de arròs amb conill i caragols o un buen puchero con fasegüres, comida navideña por excelencia que tendremos la suerte de probar de nuevo en pleno mes de mayo, eso sí, no acompañadas de aquellos característicos villancicos algueñeros, que se han ido perdiendo a lo largo del tiempo. Y cuando digo algueñeros, es porque sólo se escuchaban aquí, en nuestro pueblo; en ninguna otra población se cantaban.

Y los postres, ya ni os cuento, pues se me hace la boca agua, sólo el pensarlo: peruses, sequillos, coca-boba, rollos de anís, rollets de vi, rollets escaldats o avocaets, tonyes… recetas que antes se hacían siempre en casa y que ahora se pueden degustar en cualquiera de nuestros hornos.

Y junto a lo que comemos, otro pilar cultural de Algueña es cómo nos vestimos

Nuestro traje típico, el refajo travessat, está confeccionado con lanas multicolores, que trenzadas en las famosas rayas horizontales que le dan el nombre, hacen un agradable regalo a la vista. Esta prenda nos vino desde el norte, por herencia de la corona aragonesa, extendiéndose su uso después a lo largo de todo el levante español, ya que incluso en Almería los podemos encontrar. En cambio, la vestimenta masculina nos vino del sur, de tierras murcianas. Els saragüells que vestimos los hombres llegaron desde la fresca huerta con los primeros carreteros que recorrían este valle donde se sitúa nuestro pueblo. Es verdad que en otros puntos existe, además, un traje regional de lujo que en Algueña, por la posición social de sus habitantes, no tuvo desarrollo. Algueña siempre ha sido un lugar humilde, de valientes agricultores esforzados, y es el traje del campo el que realmente se vestía.

Y junto a la gastronomía y la vestimenta, forman nuestro legado un conjunto de lo más variopinto: música, jotas, fiestas, artes y oficios, muchos de ellos perdidos con el devenir del tiempo por el avance de la sociedad. Es el caso de las randeras –todavía recuerdo en mi niñez, en muchos puntos del pueblo, el alegre repiqueteo de los bolillos en las frescas horas de las tardes de verano–, los boteros –encargados de la realización de los toneles donde los labradores guardaban sus cosechas a la sombra de su particular bodega–, o los que trabajaban el esparto – que elaboraban infinidad de utensilios para el campo, como los capazos o los capachos para las almazaras, o incluso alpargatas–.

la nieve no es usual por estas tierras

Otro pilar importante de nuestra cultura son los apodos

Ellos ayudaron a identificarnos en épocas en las que la gente no iba con el DNI en el bolsillo y, la repetición de nombres y –en ocasiones– incluso de apellidos, casi que obligaba a utilizar este método rápido para saber de quién estábamos hablando. Tenemos más de trescientos cincuenta en nuestro haber. Los teníamos que hacían referencia a una sola persona, como por ejemplo mi tatarabuelo Francisco Castelló, Quito guardieta, sus hijos y nietos ya fueron los de Quito guardieta. Teníamos apodos heredados, como el caso de Paquito Miquel, hijo de Paco Miquel y nieto del tío Miquel, pero que si nos remontamos en el árbol genealógico de la familia, nos plantamos en pleno siglo XVIII, que es cuando nació el apodo. Los teníamos, incluso, que más que un apodo era un estudio familiar, como el caso de José García Picó, conocido como Pepito el de Vicent el de Leonides que incluían tres generaciones en un solo apodo. Los había de profesiones (el pedrapiqué, la pentinaora, el fuster, el moliner,…); los que hacían referencia al nombre de un antepasado para diferenciarlos de otros con el mismo nombre, Paquita miano, ya que su antepasado se llamaba Maximiliano, Antonieta la casilda pues su antepasado era Casildo de nombre; de características físicas (la mellá, el chato, el gordo o els preçiosos,…). También se utilizaba para crear apodos el sitio en el que se vivía (la de la cova, la del fondo, el de la hoya o la del barranc,…), o de donde procedían (la archenera, el tio cantonero, la del callosero, o el tresfontero …). Eran tan nuestros que nos conocíamos por el apodo aun cuando no supiéramos nuestros apellidos.

También contamos con dichos, como el que dice “pitjor que en casa de Quito Maripepa, ya que por lo visto en esta casa se hablaba a gritos. Chascarrillos y refranes como el que dice “ni per fart et deixes el berenar, ni per sol la manta” ¡y es verdad! Otros, a menudo, se encargaban de ensalzar lo nuestro por encima de lo de los demás, como el que dice, “en el Pinós son boniques, en Monover no ho son tant, La Romana la comuna, l´Alguenya, la flor del ram”, en alusión a la mujer algueñera, que siempre ha destacado por ser luchadora y que no se achica ante nada, como decimos aquí, “molt tirá p´avant” ¿Y las olvidadas adivinanzas? Ellas hacían el regocijo de los niños, como la que dice “Una caixeta blanca, que s´obri i no es tanca”, y otras muchas lo hacían de los mayores, ya que estaban cargadas de una picardía muy ingeniosa, como la que dice: “Vint-i-cinc pams tinc d´alta, cinc de cabota, els ous penjant, i els pels a la soca”.

Todo esto de lo que os hablo forma un patrimonio cultural que debemos cuidar y mimar como la mejor de nuestras joyas, ya que, para que todos me entendáis, son el mejor documento de identidad y presentación de nuestro pueblo, Algueña, para que todos vean en él, esos valores que nos ofrece y que nos diferencian del resto, y de los que podemos sentirnos muy orgullosos.

Y por eso estoy aquí, subido al balcón, vestido con una ropa que nunca he utilizado para ir al campo y hablando de cosas que no he vivido, pero que he conocido simplemente por hablar con las generaciones pasadas, que me han transmitido sus recuerdos, sus vivencias y el saber popular. Permitidme hoy que les dé las gracias a todas ellas.

vistas del pueblo desde lejos

La transmisión del saber y la tradición es tarea difícil, ya que la globalización tiende a hacernos a todos iguales, y eso en parte está bien, pues quita diferencias con habitantes de otros lugares. Pero eso no debería significar dejar de lado lo nuestro, como ha pasado al incorporar la nueva tradición de la castañera mientras dejamos perder el “día de la vella”, ese día tan algueñero que divide la Cuaresma en dos, con sus viejas expuestas en los balcones, su típico plato de forment picat, y la preparación de los famosos planters destinados a adornar al Santísimo el Jueves Santo.

Tenemos que ser conscientes de que, si queremos hacer gala de nuestras tradiciones, en primer lugar hemos de defenderlas a capa y espada desde todas las administraciones y entes, y como no, por todos nosotros, pues ellas son las que nos hacen algueñeros. De nada sirve tener toda esa información guardada en un cajón de casa o en la memoria, y sentirnos contentos de verla o recordarla de vez en cuando. En realidad, deberíamos de sentirnos aún más contentos por compartirlas, y cuanto más mejor. Por eso debemos continuar haciendo las recetas de antaño, las de nuestras madres y abuelas, vestir el refajo y los zaragüelles cada vez que haya un acto en el que la ocasión lo requiera y nuestro pueblo sea protagonista, y no sólo el día de la Ofrenda.

Y es precisamente la unión de lo nuevo y lo viejo, la que hoy y mañana se darán la mano fundiéndose en un mismo momento, en ésta nuestra plaza, testigo mudo de nuestra historia que ha visto pasar a todas las generaciones de algueñeros y algueñeras, y también ha presenciado todos los acontecimientos importantes ¡Si ella nos pudiese contar…! ¡Qué mejor momento para reencontrarse con nuestras tradiciones y disfrutarlas, que el que nos ofrecen estas Jornadas!

Para finalizar, quiero recordar que en Algueña tenemos la particularidad de haber sido históricamente frontera entre reinos –unas veces castellana, otras valenciana–, codiciada por todos, de forma que hasta el obispo de Orihuela tuvo que intervenir para decir hasta dónde llegábamos nosotros y a partir de dónde comenzaba el reino de Castilla. Esto ha marcado diferencias en nuestras costumbres si nos comparamos con otras poblaciones de nuestra provincia, pero, sobre todo, nos ha permitido disfrutar de uno de nuestros elementos culturales más interesantes: el bilingüismo.

algueña alicante

Por eso quiero despedirme en la lengua de mi casa, en valenciano:

Per aixó amics, vull dir-vos, que gaudiu molt d´aquestes Jornades, que done´m a conéixer lo nostre, lo d´Alguenya, que qui millor per a fer-ho que nosaltres; que prenguem els carrers, i fem tots junts, d´aquestes jornades un punt d´unió i de diversió per a tots, on tots tenim cabuda. ¡Moltres grasies a tots, i que visca Alguenya!

¡Muchas gracias!

Antonio Manuel Beltrá Escolano. Pregonero de las VIII Jornadas Gastronómicas y Culturales de Alguñeña. Oficial de la notaría de Pinoso.

 

Sexta aportación a la sección Nuestros Pueblos y segunda  de un Oficial de notaría a nuestro blog notaríAbierta. Antonio Beltrá (que también es el autor de las fotografías que acompañan a su texto) lleva trabajando más de quince años en la notaría de Pinoso, cuyo titular es uno de los miembros de nuestro equipo que nos brinda el prólogo: Miguel Prieto Escudero. Gracias a ambos por esta sugerente visión de un pueblo que no tiene notaría pero que como tantos otros (la inmensa mayoría) es atendido por las demás del Distrito Notarial al que pertenece

Acerca del autor:

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